La escuela positivista
surge en Italia a mediados del siglo XIX como consecuencia de los estudios que
realizó Lombroso y como respuesta a lo que los mismos positivistas llamaron
"escuela clásica", debido a lo que consideraron un abuso en la dogmática
por haber enfocarse únicamente al delito y olvidarse del hombre delincuente.
Sus principales representantes fueron Lombroso, Garófalo y Ferri. Su misión
principal fue la de darle mayor importancia a la Antropología y a la
psiquiatría, lo cual trajo como consecuencia que se resaltara más el estudio
del delincuente que el del delito, y que se prestara más atención a la sociedad
que al individuo, además de que la
aparición del positivismo fue consecuencia del auge alcanzado por las ciencias
naturales en los estudios filosóficos de dicho tiempo, por lo cual se presentó
en todas las disciplinas incluyendo al derecho, la psiquiatría, la criminología
y la psicología.
Para Luis Rodríguez, el
positivismo surge a partir de lo siguiente:
La
Escuela Positiva nace como una reacción a los excesos jurídicos de la Escuela
Clásica, a sus excesos formalistas, al abuso de la dogmática, al olvido del
hombre delincuente y a su creencia de haber agotado la problemática
jurídico-penal.
La
Escuela Positiva ha tenido una vida fecunda y agitada, llena de aciertos y
también de errores (reconocidos muchos por los propios positivistas); con
multitudes de partidarios y también de enemigos, su combatividad ha sido
ampliamente reconocida (2008, pág. 240).
Por lo cual, al
contrario de la Escuela Clásica, la Escuela Positiva tuvo una existencia real,
como “un grupo de hombres médicos, juristas, sociólogos), que se agrupan en un
haz compacto frente a los demás, á otros intelectuales y a otras ideas.
Intelectuales que hacen de Lombroso un jefe y de sus conocimientos e
intuiciones una doctrina”.
De La Paz, M.
(2013), indica que la escuela positiva es un cuerpo orgánico de concepciones
que estudian al delincuente, al delito y su sanción, primero en su génesis
natural, y después en sus efectos jurídicos, para adaptar jurídicamente a las
varias causas que lo producen los diversos remedios, que por consiguientes
serán eficaces. Ferri indicaba que la escuela criminal positiva no consiste
únicamente, en el estudio antropológico del criminal, pues constituye una
renovación completa, un cambio radical de método científico en el estudio de la
patología social criminal, y de los que hay de más eficaz entre los remedios
sociales y jurídicos que nos ofrece.
Es decir, que
esta escuela está compuesta por distintas ciencias que pretenden llegar a un
solo fin, que es el estudio del delincuente, del delito, la sanción de dicho
delito, así como el encuentro de la causa principal que lo llevo a delinquir y
en consecuencia los efectos jurídicos, para así proporcionar un tratamiento
adecuado. Esta escuela da un cambio radical, pues se basa solo en hechos
comprobables y parte de la utilización del método científico.
Por otra parte, indica
Carlos Elbert:
El
positivismo está estrechamente ligado a la búsqueda metódica sustentada en lo
experimental, rechazando nociones religiosas, morales, apriorísticas o
conceptos abstractos, universales o absolutos, Lo que no fuese demostrable
materialmente, por vía de experimentación reproducible, no podía ser
científico. El positivismo se expandió exitosamente, como un pensamiento
progresista, revolucionario, capaz de sacar al mundo del atraso y del
oscurantismo religioso o supersticioso de los siglos precedentes. El hombre y
la ciencia serían artífices de todas las explicaciones y los descubrimientos,
capaces de superar todas las enfermedades, los obstáculos sociales y hasta la
propia naturaleza (2001, pág. 50).
El Positivismo
no niega la existencia de lo absoluto o metafísico, pero tampoco se ocupa del
problema, limitándose al estudio de lo real. Por ello los positivistas negaron
carácter científico a las disciplinas filosóficas propiamente dichas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario